Hoy, sin venir a cuento, me he despertado a las seis de la mañana, a las cinco cincuenta y siete, para ser más exacto. Todavía me quedaban dos horitas por delante así que estaba contenta, pero poco a poco esa alegría se ha ido convirtiendo en desesperación... Como ya había descansado bastante, mi cerebro, que lleva una vida paralela a la mía, empezó a trabajar sin que yo le dijese nada. Así que allí estabamos los dos, yo deseando volver a dormirme y él dándole vueltas a miles de cosas. Tonterías que a la luz del día no tienen importancia, pero que en la oscuridad y el silencio de la noche parecen... horrorosas. No os quiero aburrir con mis miedos nocturnos, además supongo que son los mismos que tienen el común de los mortales: el dinero, el trabajo... hasta me ha dado tiempo a pensar "¡Uy, lo que he comido este fin de semana!, ¡tengo que hacer ejercicio!".
He dado vueltas y vueltas, he contado ovejas, he visualizado una pared blanca, me he arropado, desarropado y vuelta a arropar y no he conseguido nada... he oido las siete y las siete y media y cuando ya estaba otra vez dormida ¡Ha sonado el despertador!.
Cuando me he "despertado" todo lo que me preocupaba hacía dos horas se había evaporado... Entonces ha llegado mi mensajito y he vuelto a sonreir.
Un beso y nos vemos en unos días.
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