Es primavera, una época del año que, como he comentado en más de una ocasión, me gusta. Me gusta la temperatura, el colorido, el ánimo de la gente... en fin, me gusta la primavera.
Pero claro, algo tan agradable (al menos para mí) tiene que tener su lado malo: ¡maldito polen!.
A la vez que se van abriendo las primeras flores se van cerrando mis ojos... empiezo a sufrir una metamorfosis que va desde persona a despojo humano pasando por estados "larvarios" lamentables por culpa de la alergia.
Todo empieza con un picor de ojos leve que poco a poco se convierte en insoportable, estornudos, nariz irritada, moqueo, atasco respiratorio con la consiguiente dificultad para dormir, cosquilleo en el cielo de la boca, asma... ¡qué envidia! ¿verdad?. En ese momento se completa el cambio, salgo del capullo ¡no convertida en una bonita mariposa, no! ¡Me convierto en Dark Vader con la jodía mascarilla!
Esto de que mi cuerpo reaccione contra gramineas, olivos, cereales, flores y todo lo que se le parezca no me pasa hace muchos años ¡es una experiencia relativamente nueva para mí!. Hubo un tiempo en el que veía otros pobres desgraciados que, como yo ahora, llevaban la mascarilla y yo me preguntaba -"¡coño! ¿habrá habido un escape de algún gas peligroso y yo no me he enterado?, no no... seguro que eso no puede ser... a lo mejor son pintores o algo"- ¡JA! ¡No sabía yo que pronto me enteraría para que sirven! La verdad es que sirven para algo, pero a mí me agobian más que otra cosa ¡con el calor que hace aqui por Dios!; así que no me la pongo nada más que cuando estoy muy atacada y es por pura supervivencia ¡Que me da miedo encontrarme algún día con Chewaka!
Ya tengo asumida la larga travesía por el desierto que me queda. Me drogaré con mis antihistamínicos y lo pasaré como buenamente pueda...
A los que están como yo... "¡Que la fuerza os acompañe!"
¡Un beso a todos y hasta dentro de unos días!.